Antecedentes Históricos
Por lo que nos interesa destacar aquí, la técnica del bordado se desarrolló en España de forma notable durante la baja Edad Media, sobre todo en los monasterios que suministraban telas labradas con sedas y metales preciosos, tanto para las necesidades del culto como para las cortes de los distintos reinos. El aumento de la demanda hizo que el arte del bordado pasase a constituir un oficio de carácter gremial y sus artífices gozaran de prestigio y reconocimiento. Los siglos XV y XVI constituyen la "época dorada" del bordado español, periodo en el que alcanzaron enorme importancia los obradores de las instituciones eclesiásticas de Santiago de Compostela, Toledo, Sevilla, Guadalupe, El Escorial, etc.
Son los años del gótico tardío y de la implantación estética del Renacimiento Italiano los que van a configurar las características esenciales del bordado y sus tipologías. Los trabajos en oro y sedas matizadas, reproduciendo estas últimas figuras insertas en paisajes, alcanzaron altas cotas de calidad, como observamos en casi cualquier museo catedralicio y en la colección que atesora el monasterio de Guadalupe. La equiparación del bordado con la pintura fue en esos años una realidad. El alto grado de perfeccionamiento de los bordadores, que consiguieron imitar con sus trabajos las obras de los propios pintores, alcanzó entonces su máxima expresión, y quedó reflejado en una serie de piezas excepcionales que en muchas ocasiones llegarían a superar en estima y valor a las propias realizaciones pictóricas.