El Caballo
Es otro elemento singular y destacado que forma parte de la celebración de la Semana Santa lorquina.
Lorca era una sociedad agraria con grandes latifundios propiedad de absentistas cuyos labradores tenían en la fuerza del caballo un aliado imprescindible. Muchos de estos propietarios procedían además de la pequeña aristocracia local forjada en los tiempos de frontera con el reino de Granada en los siglos XIII al XV, cuando el caballo era compañero de trabajo y juego.
A mediados del siglo XIX los dirigentes de los Pasos pertenecían a esas mismas familias que junto a algunos profesionales liberales y pequeños industriales componían la oligarquía y burguesía local, y pronto entendieron las posibilidades del caballo como elemento dinamizador de los grupos en los Desfiles Bíblicos. El caballo, por tanto, poco a poco se constituyó como un ingrediente imprescindible para la representación o puesta en escena de la mayor parte de los personajes de la historia sagrada.
De un tiempo a esta parte, la mayoría de los caballos que participan en los Desfiles Bíblicos lorquinos proceden de las escuelas de doma más prestigiosas y reconocidas del país. Muchos de estos ejemplares pertenecen a razas de pura sangre venidos de diferentes puntos de la geografía nacional, principalmente Andalucía, Valencia, Madrid, Baleares, etc., a los que se suman los criados en la propia ciudad de Lorca.
El caballo desfila de forma individual con un jinete o agrupados desde dos hasta diez, en este caso enganchados a carros. Según el número de caballos que tiren del carro recibe el nombre de biga (dos), cuadriga (cuatro), siga (seis), etc. La forma de desfilar depende en gran medida del tamaño del manto que porta el personaje, tamaño que varía si va a caballo, carro o carroza.
Los jinetes que desfilan sobre caballos de forma individual muestran la elegante doma del caballo con “El Paso Español”, el “Pasage”, el “Piaffé”, las “Elevadas”, “Corbetas” y “Reverencias”. Estas caballerías pueden conformar grupos de ocho o diez ejemplares, que suelen desfilar en “Carrusel”, cruzándose unos con otros y haciendo apoyos, al paso, al trote o a galope. En ambos casos, siempre cerca de las filas de las tribunas para mostrar mejor los mantos bordados al espectador.