El Bordado
Los Desfiles Bíblico Pasionales no pueden entenderse sin sus bordados, una creativa manifestación artística que es parte inherente y esencial de esta celebración. El bordado constituye el principal patrimonio artístico de los Pasos, habiéndose convertido en un símbolo de identidad y un valor añadido de la riqueza artística y cultural de Lorca. Desde su aparición como elemento decorativo en las insignias y atuendos de las figuras integrantes de los desfiles, los bordados en oro y sedas han sido admirados por su técnica y cualidades plásticas, proporcionando justa fama a la ciudad, una condición que el paso del tiempo ha mantenido intacta e incluso acrecentado.
Desde mediados del ochocientos la Semana Santa de Lorca se hace realidad mediante sus singulares desfiles bíblicos-pasionales, un espectáculo fascinante, dinámico y lleno de atractivo. La ciudad de Lorca se convierte en esas fechas en una nueva Jerusalén, en un trasunto de urbe milenaria, un escenario incomparable donde al caer la tarde se representan al vivo pasajes del Antiguo Testamento y de la Historia Sagrada en el que toman forma y resurgen del túnel del tiempo pueblos y civilizaciones de la Antigüedad Oriental. En ese tiempo, a modo de friso viviente, grupos y personajes a pie y a caballo, carros triunfales y carrozas, representan pasajes y momentos históricos en una original recreación de los principales hechos de la Historia de la Salvación y del Pueblo elegido que culminan en la Resurrección del Hijo del Hombre, eje central de todo el misterio de la Redención.
Los Desfiles Bíblicos son una realidad viva que se repite todos los años, pero una realidad siempre cambiante, dinámica, donde varían los protagonistas y la puesta en escena, los ritmos y el modo de representación. La ciudad de Lorca, y los lorquinos como espectadores y como actores, son los elementos esenciales de un desfile colorista y sonoro en el que participan más de mil figurantes y animales de monta y tiro que hacen de la Carrera un lugar donde se vive una experiencia única, repleta de emociones y sensaciones.
Los Pasos, de quien depende la organización, adaptan los cuadros escénicos a los distintos días de la Semana Santa, a su significación, al contenido intencional de la representación y a las formas y características del desfile. En la puesta en escena desempeña un papel destacado el vestuario, el atrezzo y los repertorios ornamentales, con los bordados como los complementos decorativos y artísticos más singulares que contribuyen al realce de los desfiles y que los grupos y personajes se muestren con la mayor brillantez.
La aparición del bordado en los desfiles fue un proceso paulatino. Como revelan antiguas fotografías, en los primeros años las vestimentas de los grupos procesionales estaban formadas por sencillas telas que apenas presentaban adornos en su superficie. Los elementos decorativos de los trajes incluían entonces simples labores de pasamanería como cordones, flecos y borlas, y si presentaba aplicaciones bordadas éstas quedaban circunscritas a una escueta decoración de oro y plata ribeteando el tejido, normalmente a base de formas geométricas. La incorporación de complementos y motivos ornamentales de mayor riqueza y elaborados tendrá mucho que ver con la aparición de nuevos personajes y grupos bíblicos de la antigüedad –Asiria, Babilonia, Egipto, Grecia, Roma-, cuyos vestidos y adornos buscaban evocar el lujo y magnificencia de estas fastuosas y exuberantes civilizaciones. A su vez, la rivalidad de los dos principales Pasos, Azul y Blanco, por superarse en la brillantez de la puesta en escena, también contribuyó a que el bordado tuviera cada vez más importancia como signo de distinción de las vestimentas, insignias –banderas y estandartes- y otros elementos del desfile.
Será principalmente en los últimos 20 años del siglo XIX cuando el bordado en oro y plata de la tradición erudita se va a imponer de manera más clara en la decoración y adorno de los vestidos. Esta potenciación del bordado en materiales ricos como oro y plata, y posterior irrupción de las sedas, dio como resultado una serie de obras de notable interés artístico que en conjunto iban a suponer un salto cualitativo en el desarrollo de esta técnica decorativa.
La llamada época clásica o dorada del bordado lorquino se extiende desde finales del siglo XIX hasta la guerra civil, donde sobresalen las figuras de Francisco Cayuela Sánchez y Emilio Felices Barnés al frente del Paso Azul y el Paso Blanco, respectivamente. Estos dos grandes directores artísticos fueron los creadores del espléndido conjunto de bordados para el adorno de las Vírgenes titulares de las dos principales cofradías, Virgen de la Amargura (Paso Blanco) y Virgen de los Dolores (Paso Azul), y donde el bordado tradicional lorquino alcanzará sus máximas cotas de calidad, belleza y perfección técnica. Una etapa, en fin, de espléndidas realizaciones, que dejarán establecidos los conceptos básicos y modelos estéticos que desde entonces serán característicos del bordado lorquino. En esta época se impone la técnica del bordado en seda matizada o punto indefinido, aplicada por Cayuela, y el punto corto o "Punto español Felices", llamado así por su autor, Emilio Felices, que lo patentó en 1918.
Los bordados realizados bajo la dirección de Francisco Cayuela y Emilio Felices en las primeras décadas del siglo XX han sido reconocidos por su calidad y valores artísticos, como atestigua la declaración en 2005 de doce de estas piezas bordadas como Bienes de Interés Cultural. Por parte del Paso Azul, han sido incluidos en esta declaración el Manto azul de la Santísima Virgen de los Dolores, obra de 1904, los estandartes de La Virgen de los Dolores, conocido como el Reflejo, el de San Juan, La Magdalena, y el estandarte del ángel Velado, realizados en los años 1914-19, todos ellos dirigidos por Francisco Cayuela Sánchez; esta distinción también la ha alcanzado el estandarte-guión de la Virgen de Los Dolores, obra de Emiliano Rojo de 1945.
En cuanto al Paso Blanco, los distinguidos son el conjunto de bordados que decora el trono de Nuestra Sra. La Virgen de la Amargura: los cuatro paños que forman el Palio, realizados por Emilio Felices Barnés en los años 1911-18; el manto de la Virgen de la Amargura dirigido por José Canovas y el propio Emilio Felices, elaborado entre 1915-28. Este reconocimiento lo completa el estandarte de la Oración en el Huerto, popularmente conocido como "Paño de las Flores", también de Emilio Felices Barnés, realizado entre 1915 y 1918.